Daniele Gatti: “Dirigir las cuatro sinfonías de Brahms no es un reto, sino un regalo al público”
Daniele Gatti: “Dirigir las cuatro sinfonías de Brahms no es un reto, sino un regalo al público”
Es una de las batutas más célebres y codiciadas de las últimas décadas. Milanés de 1961, titular de algunas de las más prestigiosas orquestas -entre ellas la Concertgebouw de Ámsterdam, Real Filarmónica de Londres, Nacional de Francia o, actualmente, la Staatskapelle de Dresde-, Daniele Gatti abre hoy, martes, en el Palau de Les Arts, el ciclo integral de las sinfonías de Brahms al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Cuatro sinfonías en dos conciertos que suponen puntos álgidos de la temporada sinfónica, y que se repetirán los días 19 y 21 en el Auditori de Castelló.

Daniele Gatti vuelve a Valencia Photo: Marco Borggreve
En esta entrevista, acordada para hablar “exclusivamente” de Brahms, no oculta sentirse encantado de “disfrutar este bellísimo tiempo con una orquesta tan extremadamente preparada y musical como la de la Comunitat Valenciana. Es estimulante encontrar y trabajar con una orquesta tan empeñada en la búsqueda de la verdadera calidad”, contaba el sábado, tras una apretada jornada de ensayos. En cuanto a futuras colaboraciones, es precavido: “Por ahora, vivo el presente y disfruto este bellísimo tiempo juntos. El futuro no lo conoce nadie. Veremos. ¡Pero nunca digo jamás”.
– Vuelve a València, al podio de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, tras el impactante Réquiem de Verdi que dirigió en 2021. ¿Qué recuerdo guarda de aquella primera colaboración y de la respuesta que encontró por parte de la orquesta?
– Bueno, el primer encuentro no fue solo con la orquesta, sino también con el coro y con toda la gran familia que integra el Palau de Les Arts. Era un momento muy particular, porque recuerdo bien que estábamos en plena pandemia del COVID, y evidentemente atravesábamos una situación muy delicada en toda Europa, con una apertura muy parcial, aunque poco a poco todo se iba reemprendiendo. Recuerdo, en cualquier caso, horas muy placenteras de aquel primer encuentro, ya que encontré una orquesta extremadamente preparada, muy musical y muy ansiosa de redescubrir el Réquiem de Verdi: en su profundidad, en su estructura.
En los ensayos pasé, como le digo, horas extremadamente agradables. Es siempre estimulante encontrar y trabajar una orquesta tan empeñada en la búsqueda de la verdadera calidad. Así que cuando se habló de la posibilidad de volver, pues preferí hacerlo con un proyecto estructurado, unitario y cerrado, como el de las sinfonías de Brahms que ahora nos ocupa.
Creo que es algo muy interesante, tanto para la orquesta como para la ciudad de València, y que, además, se relaciona de alguna manera con el de las sinfonías de Schumann que ofrecí la primavera pasada en el vecino Palau de la Música con la orquesta de la Staatskapelle de Dresde. Así que me siento satisfecho de que mi presencia en València en este año haya sido así de fuerte, con dos proyectos tan potentes como las integrales sinfónicas de Schumann y de Brahms.
– ¿Cuál es el mayor reto al que se enfrentan un director y una orquesta al abordar en dos días un monumento sinfónico tan denso e intenso como las cuatro sinfonías de Brahms?
– Quizá el mayor reto sea precisamente afrontar estas cuatro grandes sinfonías en un espacio de tiempo tan reducido. Aunque sé y noto que la orquesta ya ha abordado este repertorio con otros directores, y que yo también lo he hecho con diversas orquestas. Es una obviedad que cualquier gran orquesta o director tiene en repertorio estas obras fundamentales del sinfonismo. No se trata, en absoluto de un desafío, sino de servir la música y hacerla llegar al público en las mejores condiciones. Hacer las cuatro sinfonías en dos conciertos casi consecutivos no es una demostración de fuerza, sino un regalo que hacemos al público.
– ¿Cuál fue su primer contacto significativo con la música de Brahms y qué impresión le dejó entonces?
– ¡Me hace usted retornar a los años del conservatorio!, cuando estudiaba piano y tocaba en él las obras para piano de Brahms. O sea, que es un compositor que está conmigo desde que tenía quince años, es decir, que llevó casi medio siglo conviviendo con la música de Brahms como intérprete. Es un músico que siempre he amado particularmente y he tenido la fortuna de interpretar en tantas ocasiones, siempre con el empeño de mejorar y ahondar más y más en su conocimiento y realización. De comprenderlo cada vez mejor.
Ya con 33 o 34 años hice el ciclo completo de sus sinfonías con la orquesta de la Accademia Santa Cecilia de Roma, en 1997. Luego lo he hecho en Londres, en París, en Viena… En fin…, que lo he abordado muchas veces, y le tengo que decir que cada ocasión era distinta, siempre pasaba algo diferente. Supongo que con el paso del tiempo eran visiones más maduras. Así que pienso que cada uno de estos ciclos representa una etapa específica de mi vida musical.

Daniele Gatti llega a Les Arts con un programa dedicado a Brahms
– Abbado, Chailly, Ferrara, Galliera, Giulini, Luisi, Muti, Noseda, Sabata, Sinopoli, Toscanini, usted mismo… Parece que hay particular empatía entre la música de Brahms y los grandes directores italianos. ¿Sienta bien la luz del sur, la expresión mediterránea, al germánico universo brahmsiano? ¿Cambia la perspectiva y, en consecuencia, la interpretación?
– No lo sé. Lo que sí le puedo decir es que, gracias a Dios, me siento parte de una línea de sangre de directores que es extraordinaria. Si pensamos en ella, que es incluso anterior a Toscanini -piense en Angelo Mariani, que es el primer gran director italiano- y todos los nombres que usted ha citado, salvo contadísimas excepciones, se han entregado a la música germánica.
Creo que hay un vínculo entre nuestra manera de ver la música y la atracción que sentimos ante el arte alemán o, en general, ante la música centroeuropea. No sé si es cuestión de “luz mediterránea”, pero lo que es innegable es que la vemos y sentimos desde nuestras propias lentes. Músicas, en cualquier caso, que son universales, pero que se reflejan en nuestras mismas naturalezas, en todas las áreas geográficas. Es evidente que una composición de Beethoven, o de Brahms, Schumann, Wagner… llega a todos: da igual que sea Sudamérica como Islandia.
– ¿Qué aspectos de la estética brahmsiana siente más cercanos a su particular sensibilidad musical?
– Me gusta mucho considerar la fuerza expresiva de Brahms dentro de una estructura extremadamente clara y rigurosa. Se habla de su amistad y proximidad con Schumann, pero yo, sin embargo, lo veo más cerca de Mendelssohn-Bartholdy. Me permito decir esto porque Brahms es, probablemente, el último de los grandes románticos, aunque de poderosa formación clásica. Beethoven ya abrió nuevos caminos, esto no lo duda nadie. En un cierto sentido, Schumann hace lo mismo: es un visionario que instaura confines.
Por otra parte, en los años treinta del XIX, Mendelssohn-Bartholdy cierra algo y se convierte casi en un epígono de Mozart, y Brahms, por su parte, es a su vez epígono de toda esta producción romántica, pero no abre perspectivas. En este sentido, no es un Wagner, ni un Liszt, ni un Schumann. Él llega a una síntesis estética a través de la restauración de viejas fórmulas, y crea un universo expresivo propio.
– Se ha señalado con frecuencia que sus interpretaciones de las sinfonías de Brahms son muy analíticas y precisas. ¿Qué enfoque adopta al trabajar la arquitectura interna de cada una de ellas?
– No es así. No es solo cómo se siente en el alma. Cualquier pieza musical, sea Bach, o sea contemporánea, tiene que ser comprendida, analizada y luego interpretada desde su propia estructura y musicalidad. Por otra parte, cada uno de nosotros, aunque no sea un profesional, puede tener una sensibilidad musical y cantar como un profesional. Pero la diferencia entre uno y otro, es que comprender la entraña de la pieza musical te ayuda a analizarla y a interpretarla. Es así que la propia obra es la que establece el enfoque, no el intérprete.
– Las cuatro sinfonías son fruto de madurez y plenitud. Sin embargo, ¿se puede apreciar una evolución desde el dramático comienzo de la Primera a la passacaglia que cierra la Cuarta?
– Las cuatro sinfonías conforman mundos absolutamente contrastantes. Quizá, respecto a las otras tres, la Tercera sea la más impetuosa o energética. Una sinfonía cuyos dos movimientos centrales podrían ser considerados casi como dos nocturnos, y donde el último movimiento irrumpe con una fuerza explosiva de enormes dinámicas, pero termina como si fuese una página del Mendelssohn-Bartholdy de El sueño de una noche de verano. Es también una sinfonía muy vecina a la idea de un sueño, de extrema dulzura.
En la Cuarta reemprende el esquema severo de la antigua música alemana, lo que no es óbice de que en su interior haya momentos de gran abandono melódico. La Primera sinfonía comienza de un modo estentóreo e imponente, y se desarrolla a través de una estructura muy articulada, que pasa de do menor a Do mayor: va hacia un final luminoso, mientras que la Segunda sinfonía, en Re mayor, tiene en sus tres primeros movimientos un carácter más bucólico, más pastoral, aunque luego, en el último, es un fantasmagórico fragmento de gran virtuosismo para la orquesta.
Brahms confecciona así un conjunto en el que no se puede relacionar una sinfonía con la otra, ya que cada una es fruto de un momento creativo muy particular y específico en su evolución.

Daniele Gatti Photo: Marco Borggreve
– ¿Con cuál de las cuatro se siente más confortable en el podio? ¿Cuál es la más problemática y difícil? Y ya, en confianza…: ¿Tiene una favorita?
– No responderé jamás sobre si tengo alguna sinfonía favorita, o sobre cuál es la más o menos difícil. Digamos que todo es complejo en el momento que se afronta con seriedad y amor. La música es un arte “amiga”, en absoluto es un “enemigo” o algo adverso. Pero requiere seriedad; afrontarla con seriedad desde un rigor que permita resolver sus complejidades, incluso aunque ello conlleve años de estudio y convivencia.
– ¿Hay algo de verdad en lo de que la Primera sinfonía de Brahms es la “Décima de Beethoven”?
– Quien lo vea así tiene la libertad de pensarlo. ¡Claro! Y quien no, pues no. ¡Todos pueden tener razón! No debemos de establecer etiquetas. Cada uno que piense lo que sienta.
– Hablar de la densidad y “peso” emocional de Brahms es casi un lugar común. ¿Siente realmente ese “peso”?
– Pensemos, por ejemplo, que la Primera y Cuarta sinfonías tienen más o menos el mismo orgánico, salvo el contrafagot y el triángulo que sí tiene la Cuarta. En ambas, los tres primeros movimientos estas concebidos para una orquesta sin trombones, que solo aparecen en el cuarto tiempo. Mientras que se piensa en la Cuarta como una obra muy “imponente”, la realidad es que tiene una instrumentación muy mendelssohniana, con cuatro trompas y dos trompetas, exactamente como en una sinfonía de Mendelssohn-Bartholdy.
Cierto que de hacerlo con todo el orgánico, doblando los vientos como se hacía hace tantos años, es obvio que el peso decibélico es otra cosa. La música tiene su propio espesor: la escritura musical, la articulación, la instrumentación… Es más fácil pensar que Brahms es muy denso e intenso. ¡Puede ser!, pero denso no quiere decir pesante.
– ¿Pesa y escucha la tradición?, los Furtwängler, Karajan, Szell…
– Respeto la tradición, pero para mí la “tradición” existe en el momento que abro la partitura. Estos directores que usted menciona tienen una línea interpretativa, la suya, pero hay otras que nacen de distintas experiencias… Yo estoy convencido de que cada vez que se abre una partitura, debe sentirse y buscarse justo lo que suena en ella después de haberla analizado concienzudamente, de haberla comprendido y asimilado. La búsqueda de los tempi, de las articulaciones, de las dinámicas, de los matices… ha de formar parte del bagaje y de la personalidad de cada director en particular. Ir a buscar lo que han hecho otros directores puede ser el camino más fácil, sí, pero a mí no me interesa.
– Permítame una pregunta manida: ¿Wagner o Verdi? ¿Strauss o Puccini?
– No, no me ponga en este brete. Son incomparables.
– Usted ha compatibilizado idealmente su carrera entre el foso y el escenario, entre la ópera y lo sinfónico. ¿Le gustaría dirigir una ópera en el Palau de Les Arts? ¿Algún título o compositor en particular? En cualquier caso: ¿Volverá?
– Por ahora, vivo el presente y la experiencia que estoy haciendo con la Orquesta en estas cuatro sinfonías. Disfrutando este bellísimo tiempo juntos. El futuro no lo conoce nadie. Veremos. ¡Pero nunca digo jamás!
(Publicado en el diario LEVANTE)

























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