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Por Publicado el: 09/11/2025Categorías: En vivo, Crítica

Crítica: Orquesta de Valencia, emociones fúnebres

Crítica: Emociones fúnebres con la Orquesta de Valencia

Temporada 2025-2026 del Palau de la Música. Programa: Obras de Lutosławski (Música fúnebre, homenaje a Béla Bartók) y Mozart (Réquiem). Orquesta de Valencia. Coro de la Radio de Baviera (director: Peter Dijkstra). Solistas: Magdalena Lucjan (soprano), Stefanie Irányi (mezzosoprano), Benjamin Bruns (tenor), Franz-Josef Selig (bajo). Director: Alexander Liebreich. Lugar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1.781 personas (lleno). Fecha: Viernes, 7 noviembre 2025.

Crítica, Orquesta de Valencia

El popular “Réquiem” mozartiano volvió a sonar en el Palau valenciano

Cerca aún del Día de difuntos, la Orquesta de Valencia y su titular Alexander Liebreich se han adentrado el pasado viernes en un emocionante programa fúnebre centrado en dos obras tan introspectivas y disímiles como la Música fúnebre que Lutosławski concluyó en 1958 como homenaje a Béla Bartók, y el inacabado Réquiem de Mozart, escuchado en la novedosa versión completada y editada por el profesor y director de coro londinense Howard Arman (1954).

Al interés del repertorio se sumó el de los propios intérpretes: un adecuado y solvente cuarteto solista y el más que sobresaliente Coro de la Radio de Baviera. Como era previsible dado el interés del programa y la enjundia de sus intérpretes, el Palau de la Música colocó el “no hay billetes”.

El Réquiem de Mozart y su muy inacabada partitura han suscitado mil y una polémicas, fantasías y controversias, que en cualquier no han mermado su popularidad ni la atracción que siempre ha ejercido en los más diversos públicos, pese a no ser, en modo alguno, de las mejores obras corales del genio mozartiano.

La versión de Arman, tan distinta a la tradicional de Süsmayr (la partitura que ha llegado a nuestros días tiene bastante más de Süsmayr que de Mozart), resta oscuridad y añade un brillo que acaso colisiona con las claves de un pentagrama, que salvo pasajes muy concretos, Mozart y su amigo Süsmayr quisieron oscura y hasta tenebrosa. La dramática tonalidad de re menor y la expresa renuncia a flautas y oboes también apuntan en esa dirección.

En cualquier caso, el trabajo de Arman clarifica y redondea una partitura sobre la que establece nuevas perspectivas, retoca pasajes originales y rehace lo mucho añadido por Süssmayr. El resultado es un réquiem más coherente y acabado, pero también despojado del poso y peso de la tradición asumida. Pero queda la esencia y quintaesencia del original mozartiano.

Desde el comienzo en pianísimo del Introitus (“Requiem Aeternam”) -único episodio totalmente escrito por Mozart- se manifestó con evidencia la cuidada calidad con la que Liebreich y sus músicos valencianos iban a afrontar una versión que muy pronto, con la matizada entrada del Coro de la Radio de Baviera, y luego de la soprano Magdalena Lucjan, se iba a establecer en lo excepcional.

Estupendos también la mezzo alemana Stefanie Irányi, el veterano tenor Benjamin Bruns, y el aún más veterano y célebre bajo Franz-Josef Selig. Los cuatro brillaron en el Tuba mirum, tanto como el gran solo de trombón tenor que lo abre, defendido con arrojo y aplomo solista por Jaume Gimeno. Todo y a todos concertó Liebreich con estilo, claridad y perfilado sentido mozartiano.

Calibró con pericia la sonoridad una orquesta de cuerda sensatamente reducida (10-8-6-4-3) y la de un coro idealmente empastado y de fascinante proyección y afinación. El maestro bávaro otorgó espacio al tiempo, y dejó respirar y transpirar música y músicos.

Algo que también hizo con particular oportunidad en la sombría y contrapuntística Música fúnebre de Lutosławski que abrió el programa, cuyas cuatro partes -Prólogo, Metamorfosis, Apogeo, Epílogo- fueron expuestas unitaria pero contrastadamente por un Liebreich decididamente identificado y próximo a la gran música del genio polaco. Extrajo, además, notable prestación de las revitalizadas cuerdas de la Orquestra de València, que atraviesan y hacen disfrutar del mejor momento de su historia.

Gran concierto y lógico éxito de un tarde de emociones fúnebres cuyo único pero acaso fue la falta de la imprescindible sobretitulación en el manoseado Requiem de Mozart-Süssmayr-Arman.

Justo Romero

(Publicado en el diario “Levante”)

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